La rinitis alérgica afecta al 40% de la población mundial, de acuerdo a un estudio publicado por la National Library of Medicine. En Chile, basta con salir a la calle para darse cuenta de su alta prevalencia en los meses de primavera y sus desagradables consecuencias para quienes la sufren.
Por otra parte, se estima que nueve de cada diez niños y seis de cada diez adultos sufren de alergias alimentarias o enfermedades crónicas, según datos de Aller Fund. En el país, un estudio realizado por el INTA en conjunto con la Universidad de Chile, determinó que el 42,2 por ciento de los niños y adolescentes entre 10 y 18 años son intolerantes a la lactosa.
Ante este escenario, es lógico preguntarse por qué las alergias están tan presentes pese a los avances de la medicina. Las razones son varias y una de las principales es el debilitamiento general del sistema inmune.
Uno de los factores que ha contribuido al deterioro, es el estilo de vida moderno, con altos niveles de sedentarismo, consumo de alimentos ultra procesados y el aislamiento que vivimos producto de la pandemia, afectó los niveles de inmunidad en todo el mundo. Además, el aumento de tiempo que pasamos frente a las pantallas, en comparación al tiempo en que interactuamos con la naturaleza o el mundo exterior, provoca una baja en las defensas de las personas, situación que empeora de forma progresiva.
Otro factor a considerar es el tratamiento que entrega la medicina a las alergias y enfermedades crónicas, que apunta más a la disminución de los síntomas que a una solución real del problema. El alza en el consumo de medicamentos como antibióticos y anti alérgicos tiene un enfoque sintomatológico que no ofrece una solución a largo plazo ni tampoco ataca el problema desde la raíz. Además, posee un alto costo asociado que, dada la naturaleza de las enfermedades crónicas, ata a los pacientes a un fármaco por tiempo indefinido.
Muchas alergias acompañarán a las personas durante toda su vida y varias otras pueden desencadenarse en pacientes que nunca antes las han sufrido. Por eso, la medicina y la tecnología deben trabajar juntas para encontrar nuevas soluciones. Un ejemplo concreto es lo que hemos logrado con nuestra startup Bifidice a través de la alimentación funcional, donde patentamos un proceso tecnológico de estabilización de bacterias que puede disminuir alergias múltiples hasta en un 75%, utilizando alimentos como vehículo que contienen microorganismos probióticos tratados por nuestra tecnología, logrando niveles de eficiencia superiores a la media y con efectos a largo plazo.
Fórmulas de este tipo, que pueden ser añadidas a productos como helados, yogures, bocadillos y snacks sin alterar su sabor o aspecto, funcionan como vehículos y significan para las empresas y productores un valor agregado en un mercado cada vez más competitivo, donde la innovación será un factor diferenciador clave. Alimentos con bacterias ‘buenas’, factibles de almacenarse y mantenerse en óptimas condiciones hasta su llegada al intestino delgado, pueden hacer maravillas por el bienestar de niños, mujeres embarazadas, personas con intolerancia a la lactosa, rinitis alérgica, adultos mayores, etc.
Y no sólo eso: Además de la disminución de las alergias, la microbiota impacta en el desarrollo cerebral, la salud dental, el sistema respiratorio y la respuesta del organismo frente a distintas enfermedades, por algo muchos expertos se refieren a ella como el segundo cerebro. Sí, es cierto que estas dolencias son males del mundo moderno, pero gracias a esa misma modernidad contamos con los avances tecnológicos para convertirlas en algo más llevadero y permitir a los pacientes una mejor calidad de vida.
Por Anastasia Gutkevich, CEO de Bifidice